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                                                                                                                                                                                                                                                  TOTÓ


Mi vida transcurría felizmente junto a mi dueña que jugaba conmigo la mayor parte del día. Solamente sentí celos cuando trajeron a la casa un gato enorme que amenazaba con quitarme el protagonismo. No entendí el porqué de aquella decisión familiar, yo pensaba que estaban contentos conmigo como única mascota. Yo era el "Totó", un perro muy alegre y guapo, y la verdad sea dicha, vivía como un rey, muy mimado y con la seguridad de que no iba a tener competidores.
Al gato, que no tenía ni nombre propio, lo trajeron sin mi consentimiento. Se me enfrentaba por las noches, pero durante el día, se amansaba en presencia de mi dueña, Clarita, que era la hija pequeña.
Yo sabía que el gato era un hipócrita, pero tenía que  vivir con él, así que me las ingenié para fingir delante de ella y no montar una escena, aunque a veces me quedaba con las ganas de morderle el rabo. Todo lo hacía porque tenía debilidad por Clarita y decidí aparentar que no pasaba nada, todo antes que darle un disgusto a mi progenitora, no podía decírselo, ni ponerme de morros, así que llegamos a un acuerdo y decidimos mostrarnos zalameros en su presencia sin mostrar nuestras diferencias.
La esperábamos tumbados en el zaguán que daba a la calle, ella, al llegar de la escuela nos acariciaba,  y los tres empezábamos con nuestros juegos
Clarita ataba una cuerda a una caja de madera y nos paseaba por el patio por turnos. Cuando me arrastraba a mi, el gato nos seguía atentamente esperando su vez, y yo hacía lo mismo.
Vigilaba las vueltas que le daba al gato para que me arrullara a mí más tiempo.
Los tres éramos relativamente felices, pero un día, el gato desapareció sin dejar rastro, bueno, yo tuve algo que ver. Le dejé la puerta de la calle abierta. La noche anterior habíamos tenido una conversación muy seria, y él me aseguró que se sentía algo agobiado al estar en familia. Ya era un gato adulto cuando llegó y quería recobrar su libertad, por lo que yo vi los cielos abiertos  para recuperar el amor de mi dueña  solo para mí.





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