KRONOS


Kronos estuvo toda la noche dándole cuerda a los relojes. La copia del 'Big Ben' fue la que más sufrimiento le causó. Se colgó de las manecillas para adelantarlo unas horas, no tenía fuerzas para dar más vueltas, y así lo dejó por su premura de tiempo. A los de 'Cuco', tuvo que soportarlos con sus cantos de cada hora. Era un sonido infernal. Subió al torreón de La Sede y bajó al límite los péndulos de todas las maquinarias, además, giró la rueda central de cremallera para conectar todos los relojes de cuerda. Ninguno funcionaba con pilas, esos modelos se los habían llevado para otro Sistema que pagó mejor el envío. No pegó ojo en toda la noche, estaba muy nervioso por lo que había decidido hacer. Necesitaba ver las nubes reales que existían fuera de La Sede. Muchas veces se había ensimismado viendo los grabados en los libros de la biblioteca: los Cirros, Nimbos, Cúmulos, Estratos, y todas esas formas que iban en procesión, no le parecían reales, quería verlas, tocarlas, sentirlas. ¿Cómo serán en la realidad?, se repetía cada tarde soñando. Todavía no había amanecido, se escapó como un fugitivo, entre penumbras. Subió a un montículo, bajo un valle y escaló hasta donde pudo. Cansado, se tumbó boca arriba un buen rato. El cielo todavía no estaba adornado por esas figuras blanquecinas que tantas veces había visto en los grabados de los libros antiguos. ¿Qué son éstas manchas lechosas que me atraviesan? ¿Dónde están las nubes?, se repetía. Tenía prisa, el tiempo corría en su contra. Se adormeció pensando en que pronto aperecerían para ofrecerle un espectáculo sobrenatural. La espesura del monte le sobrecogió, los troncos con sus brazos huesudos le atemorizaron, las ramas se mecían como lianas y el aire hacía que unas manchas espesas le cubrieran. -¡No me veo! ¿Qué es lo que me envuelve? Quiso atrapar un trozo de niebla para sentir su tacto y no pudo. Decepcionado, se sentó junto a un árbol a esperar a que se aclarase el día. Nada, la penumbra más absuluta lo envolvía todo. ¿Cuánto tiempo llevaré en la montaña?, pensó. Como nunca había salido de La Sede, no tenía referencias. Sus antecesores, siempre habían permanecido encerrados. Su trabajo consistía en tener todas las máquinas a punto para que el planeta girase y diera las horas. Ya llevaba casi medio siglo trabajando para esta empresa y nunca le habían dado vacaciones. Necesitaba alguna sustitución para salir a tomar el aire fresco y para ver a sus adoradas nubes. Los funconarios del Tiempo que le habían precedido no habían tenido tanto trabajo como él. Antiguamente, solo se usaban relojes de cuerda, pero ahora con los ordenadores y los relojes digitales todo se había complicado bastante. Él era joven todavía, y no se sentía capacitado para tener tanta responsabilidad. Era ágil, y subía a la torre para vigilar la copia del 'Big Ben', y la rueda de cremallera no le había dado muchos sobresaltos, aunque había que engrasarla para que no se atascasen los meridianos del Uso Horario. Este planeta al que lo destinaron, era bastante trabajoso, con gran cantidad de cambios de hora. Tenía que vigilar en la pantalla de plasma el recorrido de los aviones que iban hacia Oriente y aumentarles tiempo acorde a su velocidad, y restárselo a los que viajaban al Occidente. Su anterior compañero, se jubiló antes de que la informática estuviese al servicio del Tiempo. Sus actuales jefes nunca contemplaron que su trabajo era más complicado. Le dijeron al adjudicarle la plaza que había tenido suerte porque ese planeta estaba informatizado. ¡Cómo si las máquinas funcionasen solas! No reconocían su esfuerzo, por eso decidó darse una escapadita para saber cómo era en realidad la vida en el exterior. El tiempo se le fue volando, ¿cuántas horas había estado cavilando? Todavía era de noche. ¿Qué extraño? No podía oír las campanadas de la copia de 'Big Ben', y sin él, estaba perdido, además, todo estaba oscuro. Tuvo un mal presentimiento, se incorporó, bajó derrapando del monte, pasó el valle en un suspiro, y a lo lejos vio una luz ténue que salía por una ventana. Con sigilo, se acercó para escuchar lo que sucedía. Algunas voces salían de una venta: -¡Vaya día más raro!, dijo uno, - el gallo no ha cantado. -¡Y no ha sonado el reloj de la plaza!, apostilló el otro. -¡ A mi me da, que con tantos satélites, nos han jodido el tiempo, hoy todavía no ha amanecido!, balbuceó el que acababa de echarse un buen buche de ron mañanero. A Kronos le faltó tiempo para salir huyendo, corrió como un poseso hacia La Sede. En efecto, todas las máquinas estaban paradas. La pantalla apagada y todo a oscuras. Comenzó a trabajar como un jabato. 'El Big Ben' era el más latoso por sus largas manecillas, también, la rueda de cremallera se había encasquillado. La engrasó, y empezó a girar con gran energía. Ya había reestablecido casi todo el orden en los aparatos, cuando sonó el megáfono en La Gran Sala por donde sus jefes le comunicaban cada año los ajustes horarios: -¡Kronos!, se oyó el eco de una voz gruesa y solemne,- estás despedido, por tu culpa el planeta no ha girado y has producido un desfase horario en el Sistema. Los periódicos anunciaron en grandes titulares: FENÓMENO ATMOSFÉRICO INTERCEPTA ROTACIÓN DE LA TIERRA. HA HABIDO UN RETRASO DE SEIS HORAS EN TODOS LOS USOS HORARIOS. Investigaciones posteriores hechas entre otros, por el 'British Scientific Journal', apuntaron que la rotación de La Tierra había sufrido un ligero desfase debido a la inclinación del eje por el deshielo del Polo Norte. La diferencia de densidad entre el agua y el hielo había desnivelado al planeta a causa de los diversos experimentos que ocasionaron que la densidad del agua fuera más ligera que la del hielo. Se corrigieron los Usos Horarios, los ordenadores, y se estableció una norma a aplicar en caso de que volviera a suceder: Las franjas horarias se flexibilizarían para prever futuros incidentes.

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